lunes, 9 de noviembre de 2009

Columna Diario Perfil

Diario Perfil
Espectáculos
Sábado 07 de noviembre 2009
Cuando Erasmo publicó en París, El Elogio de la locura, en 1511, sus contemporáneos quedaron perplejos ante semejante audacia. Más cerca de la fábula que de los diálogos filosóficos, la locura, un personaje-máscara, instalaba un juego de espejos, preguntándose por la condición humana, donde la risa era un tema central.
Mijail Bajtin, rescató la dimensión cósmica de la risa a partir del carnaval, experiencia popular contraoficial, donde el juego se transforma en vida real.

Ese realismo renacentista, opone su cuerpo grotesco con saliencias y agujeros que intercambia con el exterior, al cuerpo clásico, cerrado, y autosuficiente. Brueghel contra Boticelli. Esa fiesta dispara un estado peculiar del mundo: morir y resucitar. Lo ideal se zambulle con lo cotidiano. Excesos e inversiones: lo alto en lo bajo, la niñez en la vejez, la oscuridad en la luz. Una risa en lugar de la alienación, pero no la risa romántica de carácter trágico, sino la risa ambivalente de Rabelais. Aquel gesto que mantiene viva la burla ritual de la divinidad, aunque sin negarla.

Cuando en 1939, Witold Gombrowicz, bajó al puerto de Buenos Aires, desde un trasatlántico en viaje inaugural desde Polonia, no sabía que su obra posterior, contribuiría a esta ecuación entre risa y verdad.
Publicó Ferdydurke, formulando sus pensamientos sobre la forma y su par, la inmadurez. Una confrontación entre la realidad incompleta de la existencia y la forma plena. El hombre necesita de la máscara, como necesita de Dios, pero su caos siempre la excede. Lo inacabado será un bastión para explorar un nuevo saber.

Vivió en Argentina durante 24 años. Estaba fascinado con las oscuridades de Retiro, la tosca mocedad del conurbano y la juventud de nuestra condición. Escribió Trasatlántico, Diario Argentino, La Seducción, Cosmos; algunas obras de teatro: La Boda; Ivonne, Princesa de Borgoña; Opereta. Y cuentos como “La Virginidad”, texto que inspiró la obra de teatro: “El paraíso”.
Potentes imágenes que se traducen en el escenario: un vagabundo apedrea a una niña por la espalda y desaparece, saltando el muro del jardín. La joven sonríe tiernamente cuando experimenta dolor. Mas tarde roerá un hueso abandonado por su perro, frente a la mirada azorada de su novio.

“La parodia me permitió liberar a la forma, alejándola de la pesadez, lanzarla al espacio, donde se volvió ligera, audaz y reveladora”. Todo funciona como una parábola, poniendo en juego un aparato formal, que penetra en regiones como el pecado, la familia, el amor, mediante un juego de absurdos, palabras altisonantes, alegorías y mistificación.

El paraíso será un lugar sellado, con sus habitantes, nada entra y nada sale, como el cuerpo de esa niña inocente. Una delgada laminilla anatómica, una mirada sublime, el velo ante los ojos que buscará su desgarro. El deseo, esa apetencia por lo bajo, va de la mano con lo repulsivo. Aquí el conocimiento mancha, la ignorancia preserva. Del otro lado del muro, acechan los otros. Y en el límite, los espectadores, congelando el gesto en presencia de un acto abominable.

“El Paraíso” Funciones: viernes 22.30hs Teatro Andamio. Paraná 660.

Autor y Director Alfredo Martín. Actor. Dramaturgo. Psicoanalista

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